Nuestro Club de Lectura es libre y gratuito.
Si estás cerca, te invitamos a participar presencialmente.
Te esperamos en Enrique Julio y Sixto Laspiur (Bahía Blanca)
Si estás lejos, te proponemos integrarte, desde el lugar donde te encuentres, con tus aportes y tus críticas (siempre bienvenidas).
Escribinos a: lucia.marina.fuentes@gmail.com o a bibliotecaalmafuerte@yaoo.com.ar

SEGUINOS DESDE EL BLOG: lipibropo.blogspot.com



martes, 28 de junio de 2011

BITÁCORA Martes 28 Junio 2011

Y siguen las confusiones...
Como Ema Wolf nos encantó y estas cuestiones disparatadas nos divierten y nos inspiran, leímos uno más.
Lectura a cargo de Mariana  -
Actuación despatarrada, pero muda a cargo de Rocío.
Los demás mirábamos asombrados...

Lupertius se enoja los jueves
Ema Wolf

El señor Lupertius vive en Banfield. Es un hombre tranquilo y de buen carácter, amable con sus vecinos.
Pero los días jueves se enoja muchísimo.
Cuando le preguntan por qué se enoja los jueves contesta siempre lo mismo:
- Porque el gato de mi prima Elvira tiene pesadillas.
- ¿Y dónde vive su prima Elvira?
- En Don Torcuato.

La historia es ésta:

Todos los miércoles a la noche la prima del señor Lupertius mira la película de terror que dan por tevé.
Su gato insiste en verla también, pero después tiene sueños espantosos. Se revuelve en la cama - duerme con ella - y no la deja descansar.
Es por eso que Elvira saca el gato al patio.
El gato sin sueño se acerca a la jaula del canario y lo despierta con un maullido en la oreja, simplemente para perjudicarlo.
El canario se pega una espantada infalible y vuelca el comedero con alpiste.
El ruido despierta una vez más a la prima Elvira que se levanta con la chancleta en la mano pensando que son ladrones.
Como no enciende la luz, se lleva por delante el perchero y se golpea la frente. Dice unas cuantas palabrotas y entonces sí, enciende la luz.
La luz de la habitación de Elvira le pega en los ojos al vecino del fondo, que acaba de acostarse porque es acomodador de cine.
El hombre aprovecha para ir a la cocina y comer un pedazo de mantecol a escondidas de su mujer.
El ruido de la heladera al abrirse y cerrarse despierta a su perro Fido, que se pone a ladrar de manera histérica.
Por supuesto, los ladridos de Fido despiertan a toda la cuadra.
Pero la única que reacciona mal es la dueña de la casa de altos.
La dueña de la casa de altos sube rápidamente a la terraza, elige una maceta llena y la tira al patio del acomodador con esperanza de acertarle al perro.
Nunca acierta.
La mujer del acomodador sale al patio en camisón gritando que alguien bombardea su casa para robar mantecol de la heladera. A continuación llama a la policía.
La policía interroga a los vecinos tratando de averiguar quién fue el autor del hecho.
Cuando llegan a la casa de Elvira encuentran en su agenda telefónica la dirección del primo Lupertius. El nombre les parece sospechoso.
Entonces mandan un detective disfrazado de vendedor de libros ambulante a la casa de Lupertius, que - como dije - vive en Banfield.
El falso vendedor toca el timbre y se produce este diálogo:
- Vengo a ofrecerle el segundo tomo de la Enciclopedia de la fauna y flora australianas. Pero antes me gustaría que contestara una breve encuesta. ¿Puede ser?
- ¡Cómo no! Pregunte.
- ¿Usted acostumbra arrojar macetas a los patios ajenos?
- No.
- ¿Y a robar mantecol de madrugada?
- ¡Tampoco! ¡¿Por quién me toma?!
- Entonces, chau.
El detective tacha a Lupertius de la lista de sospechosos y se va sin nada más que hacer.
Y todas las veces así.
Pero nuestro héroe queda muy enojado. El episodio lo pone de un humor pésimo durante el resto del día.
Por suerte, eso ocurre solamente los jueves.





BITÁCORA Martes 28 Junio 2011

Más confusiones...

Un cuento de Ema Wolf
El mensajero olvidadizo

En el papel de Artemio, el mensajero: Agustín (voz memoriosa y actuación)

Hace mucho tiempo había reinos tan grandes que los reyes apenas se conocían de nombre.
El rey Clodoveco sabía que allí donde terminaba su reino empezaba el reino de Leopoldo. Pero nada más.
Al rey Leopoldo le pasaba lo mismo. Sabía que del otro lado de la frontera, más allá de las montañas, vivía Clodoveco. Y punto.
La corte de Clodoveco estaba separada de la de Leopoldo por quince mil kilómetros. Más o menos la distancia que hay entre Portugal y la costa de China.
Entre corte y corte había bosques, desiertos de arena, ríos torrentosos, precipicios y llanuras fenomenales donde vivían solamente las lagartijas. Tan grandes eran los reinos...
Cuando Clodoveco y Leopoldo decidieron comunicarse, contrataron mensajeros.
Y como siempre se trataba de comunicar asuntos importantes, secretos, nunca mandaban cartas por temor de que cayeran en manos enemigas. El mensajero tenía que recordar todo cuanto le habían dicho y repetirlo sin errores.
El mejor y más veloz de los mensajeros se llamaba Artemio. Además, terminó siendo el único: nadie quería trabajar de mensajero en aquel tiempo. No había cuerpo ni suela que durase. Pero Artemio era veloz como un rayo y no se cansaba nunca.
El problema es que tenía una memoria de gallina. Una memoria con poca cuerda. Una memoria que goteaba por el camino.
Artemio partía de la corte de Clodoveco de mañana bien temprano con la memoria afinada y tensa como un arco. Al llegar al kilómetro 7.500 más o menos, había olvidado todo, o casi todo. No era para menos...
Lo que no recordaba, lo iba inventando en la marcha.

Una vez la esposa del rey Clodoveco le mandó pedir a la esposa del rey Leopoldo la receta de la mermelada de frambuesas.
Artemio volvió y recitó ante la reina la receta de los canelones de acelga. No se sabe si había trabucado el mensaje en el viaje de ida o en el viaje de vuelta.
La reina pensó que la otra señora estaba loca, pero preparó nomás la receta.
- ¡Qué buena mermelada, Majestad! - decían todos, mientras comían canelones.

Otra vez el rey Leopoldo quiso anunciar al rey Clodoveco la feliz noticia del cumpleaños de su abuela. el mensaje que Artemio debía transmitir era:

Te saludo, Clodoveco,
y te nuncio que mañana
va a cumplir noventa años
la reina nona Susana.

Artemio cruzó valles, selvas, acantilados y charcos, nadó ríos y atravesó planicies a lo largo de quince mil kilómetros.
Cuando llegó a la corte del rey Clodoveco se presentó en la sala del trono y dijo lo que le salió:


Te saludo Clodoveco,
y te cuento: esta mañana
en el jardín florecido
se me ha perdido una rana.


Clodoveco no entendía por qué tanta preocupación por una simple rana. Leopoldo debía estar chiflado. Pero allá mandó a Artemio con un mensaje que decía:


Lo siento, ya conseguirás otra.


Leopoldo, creyendo que se refería a la abuela, se enojó mucho y juró que no cambiaría a su nona por ninguna otra en el en mundo aunque estuviera viejita.

A veces Artemio recorría quince mil kilómetros solamente para decir "gracias". Y volvía con la respuesta. "de nada".

Un día Clodoveco lo envió para que pidiera a Leopoldo la mano de su hija Leopoldina. Quería casarla con su hijo, el príncipe heredero.
Mientras marchaba a través de los caminos peligrosos, Artemio se iba olvidando.
- ¿Qué tengo que pedir de la princesa Leopoldina? ¿Era la mano? ¿No sería el codo? Me parece que era el pie.
Cuando estuvo frente a Leopoldo, dijo:

Te hace el rey Clodoveco
una petición muy grata:
que le envíes enseguida
de Leopoldina una pata.


A Leopoldo le dio un ataque de furia. ¡Cómo se atrevía ese delirante a pedir una pata de su hija!
Mandó a Clodoveco una respuesta indignada por semejante ocurrencia.
Artemio se olvidó de todo.
Cuando llegó a la corte de Clodoveco, dijo sinceramente:


Necesito dormir la siesta
antes de darte respuesta.


Clodoveco creyó que esa era la verdadera contestación de Leopoldo y quedó convencido de que el pobre no tenía cura. ¡Cómo podía pensar en irse a dormir la siesta cuando le pedía la mano de su hija!
Y así siguieron las cosas
Hasta que un día, un día...


Un día el rey Leopoldo le pidió prestado al rey Clodoveco algunos soldados. Quería organizar un desfile vistoso. ¡Qué mejor que los soldados de Clodoveco, que tenían uniformes tan bonitos!
Entonces le mandó decir por Artemio:


Necesito seis legiones,
o mejor: diez batallones.

Pero Artemio, en el colmo del olvido, dijo:


Que me mandes cien ratones.

¡Todo mal!


Cuando Leopoldo recibió en una linda caja con moño cien ratones perfumados, la paciencia se le terminó de golpe.


- ¡Basta! - gritó. ¡Clodoveco me está tomando el pelo! ¡No lo soporto! ¡Si no le hago la guerra ya mismo el mundo entero se va a reír de mí!


Y sin pensarlo dos veces mandó alistar sus ejércitos para marchar sobre el reino de Clodoveco.
Pero antes, como era costumbre, le mandó una declaración de guerra:


Yo te aviso, Clodoveco
que me esperes bien armado
pues voy a hacerte la guerra
por insolente y chiflado.

Artemio se lanzó a través de montañas y llanuras llevando en su cabeza el importante mensaje.
Tanto y tanto tiempo anduvo que cuando llegó a la corte de Clodoveco la noticia se había convertido en cualquier cosa:

Mi querido Clodoveco,
espérame bien peinado,
pues visitaré tu reino
en cuanto empiece el verano.

Clodoveco se llevó una alegría.
- ¡Leopoldo va a venir a visitarnos! Seguramente uiere arreglar el casamiento de Leopoldina con mi hijo. Vamos a prepararle una recepción digna de un rey.
Y ordenó a sus ministros que organizaran la bienvenida.

Si fueras ministro del rey... ¿cómo prepararías la bienvenida?
Rocío pensó en una carroza. Facundo y Ramiro se pusieron a hacer reservaciones en hoteles de lujo y una recorrida turística por la ciudad...


Mientras en el país del rey Leopoldo los ejércitos se armaban hasta los dientes, en la corte del rey Clodoveco todo era preparativos de fiesta.
Leopoldo amontonaba pólvora y cañones. Clodoveco contrataba músicos y compraba fuegos artificiales.
Leopoldo preparaba provisiones de guerra mientras los cocineros de Clodoveco planeaban menúes exquisitos.
En un lado fabricaban escudos y lanzas de dos puntas. En el otro adornaban los caminos con guirnaldas de flores y banderines.
Por fin llegó el día.

Las tropas de Leopoldo avanzaron hacia el reino de Clodoveco haciendo sonar clarines y tambores de combate mientras la corte de Clodoveco salía a recibir al rey Leopoldo vestida de terciopelo, con bufones, bailarines y acróbatas.
Se encontraron a mitad de camino. Unos formados para la batalla, otros cantando himnos que decían "Bienvenido rey Leopoldo".
Los dos reyes, frente a frente, se miraron. Uno con cara de guerra y otro con una sonrisa de confite en los labios.
Artemio se encontró entre los dos. Estaba quieto, muy quieto. Miraba a Leopoldo y miraba a Clodoveco. Se rascó la cabeza y pensó que algo andaba mal, muy mal... Tan mal que mejor encontrara una solución antes de que fuera demasiado tarde.
Bramó un tambor y estalló un fuego de artificio.
Entonces Artemio tomó aire y gritó con toda la fuerza de sus pulmones:

¡Cuídense del rey Rodrigo
si es que quieren seguir vivos!

- ¿Rodrigo? ¿Y quién es el rey Rodrigo? - peguntaron los dos reyes.

¡El que les morderá el ombligo...!

... gritó Artemio, y salió corriendo hacia el norte, veloz como una lecha enjabonada.
Clodoveco y Leopoldo se quedaron pensando. Nunca habían oído hablar del rey Rodrigo, pero parecía un enemigo de cuidado.
- ¿Será el rey de Borboña? - decía Clodoveco.
- No, ése se llama Ataúlfo - decía Leopoldo. Debe ser el rey de Bretoña.
- No creo, me parece que se llama Ricardo, y además tiene un apodo que ahora no me acuerdo...
Así siguieron.
Y todavía están allí, tratando de averiguar quién es el famoso Rodrigo.
Mientras tanto Artemio sigue corriendo, que para eso estaba bien entrenado. Ya se olvidó del rey Rodrigo, y seguramente tampoco se acuerda por qué corre.


¿Querés saber de Ema Wolf? Entrá acá y enterate: http://www.imaginaria.com.ar/00/9/wolf.htm

BITÁCORA Martes 28 Junio 2011

Participamos:
Hoy nos juntamos todos (o casi…): Agustín, Cindy, Facundo, Jeanette, Mariana, Ramiro, Rocío, Sofi y después se sumó Agustina.
Estuvimos MUY ENTUSIASTAS… con ganas de actuar, de leer, de reírnos, de charlar entre nosotros.
Una visita de honor !! Vino Silvia, de la Biblioteca Mafalda a compartir las actividades (¡por eso estábamos tan contentos!).



Sobre las confusiones
Nuestra primera lectura de hoy:
Lectores protagonistas (a dos voces): Agustín y Sofía
Color de Dragón
Un dragón negro le pregunta a otro dragón negro:
- Dragón, ¿de qué color sos?
- Rojo – contesta el dragón negro.
- Qué raro. Estaba convencido de que eras negro.
- No, soy rojo.
Y el dragón le cree y se queda pensando. Después pregunta:
- ¿Y ese pájaro rojo, de qué color es?
- Negro – dice el dragón.
Y el dragón le cree y se va convencido de que siempre vivió equivocado.
Entonces se encuentra con otro dragón negro, y le pregunta:
- Dragón, ¿de qué color sos?
- Azul – contesta el otro dragón.
- ¿No sos negro ni rojo?
- No, soy azul – contesta el dragón negro.
El dragón queda más confundido que nunca. Se encuentra con muchos dragones, uno tras otro, y a todos les pregunta de qué color son.
Y los dragones le contestan: verde, amarillo, naranja, blanco, azul, marrón. Todos de un color distinto.
Entonces el dragón de las preguntas decide:
- Los dragones saben muchas cosas, pero en materia de colores no saben nada.
Desde entonces habla de cualquier cosa menos de colores. No vale la pena.

¿Qué cosas nos confunden? cuando nos dicen lo que no es ¿Quién no entiende de lo que hablamos?
"No entienden los que no están interesados" - dice Agustín. 
Facundo asegura que no entienden "los que no nos escuchan"
¿Hay personas que cuando vemos “rojo” nos dicen que es “azul”? ¿No ven lo mismo que nosotros? ¿Ven las cosas diferente?
 (como le pasó al dragón…)
 Con una lógica precisa, Agustín dice que "porque eran daltónicos"
 ¿Será que los otros nos ven de un color (o de un modo determinado) y nosotros nos vemos a nosotros mismos de otro (como nos sentimos)?

 ¿De qué color 
me siento hoy? 

 
La ALEGRIA es…
ROSA para Agustina - AMARILLA para Agustín y para Faku y AMARILLA con un toque FLÚO para Mariana - Sofi dice que ROJA - NARANJA y un poco azul para Ramiro - CELESTE para Cindy - VIOLETA para Jeanette - Como un ARCO IRIS para Rocío
La TRISTEZA es… CELESTE para Agustina, para Faku y también para Ramiro - AZUL para Agustín y para Jeanette - para Mariana ROJA - NEGRA para Rocío, GRIS para Sofi y para Cindy

 
Las COSQUILLAS son…
BRILLANTES para Rocío - de color NARANJA para Jeanette - AZULES para Cindy - ROSAS (como las rosas rosas) para Sofi - AMARILLAS para Ramiro - VERDES para Agustín y Agustina y también verdes (Flúo) para Mariana - VIOLETAS para Faku
El ENOJO es…
NEGRO para Agustina, Sofía, Jeanette y Mariana - ROJO para Agustín, Cindy, Rocío y Faku - Y para Ramiro el enojo es casi como las cosquillas: AMARILLO

Un ABRAZO se siente de color…
VIOLETA para Agustina - PLATEADO para Agustín - DORADO para Ramiro y para Rocío también - VIOLETA y FUCSIA para Faku, sólo FUCSIA para Mariana y sólo VIOLETA para Sofía - para Cindy los abrazos son AMARILLOS (¡como el sol!) y ROJOS para Jeanette


Lo que más quiero (¿qué será?)
es de color…
PLATEADO para Agustina - VIOLETA (PÚRPURA) para Agustín - ROJO para Faku - MULTICOLOR (Fucsia+Azul+Celeste) para Mariana - ROSANARANJA para Sofía - VERDE para Cindy y Ramiro - MARRÓN para Jeanette - AZUL para Rocío

y nuestros nombres
se pintan así…

 
AGUSTÍN  AGUSTINA  CINDY  
FACUNDO  JEANETTE  
MARIANA   RAMIRO
ROCÍO  SOFÍA


Para pensar...
Para algunos, sus nombres tienen el mismo color con que pintan la alegría...
Y para otros, el color de sus nombres es igual a lo que más quieren...
Algunos comparten el mismo color para los mismos sentimientos. ¿Podrán hablar de ciertas cosas y entenderse bien?