Nuestro Club de Lectura es libre y gratuito.
Si estás cerca, te invitamos a participar presencialmente.
Te esperamos en Enrique Julio y Sixto Laspiur (Bahía Blanca)
Si estás lejos, te proponemos integrarte, desde el lugar donde te encuentres, con tus aportes y tus críticas (siempre bienvenidas).
Escribinos a: lucia.marina.fuentes@gmail.com o a bibliotecaalmafuerte@yaoo.com.ar

SEGUINOS DESDE EL BLOG: lipibropo.blogspot.com



viernes, 12 de agosto de 2011

BITÁCORA Jueves 11 Agosto 2011

Ventana sobre la palabra IV
Eduardo Galeano

Magda Lemonnier recorta palabras de los diarios, palabras de todos los tamaños, y las guarda en cajas.
En caja roja guarda las palabras furiosas. En caja verde, las palabras amantes. En caja azul, las neutrales. En caja amarilla, las tristes. Y en caja transparente guarda las palabras que tienen magia.
A veces, ella abre las cajas y las pone boca abajo sobre la mesa para que las palabras se mezclen como quieran.
Entonces, las palabras le cuentan lo que ocurre y le anuncian lo que ocurrirá.

Alma


una animación para quedarse paralizado de miedo

Cuentos para no dormir

Colores malditos, de Fernando De Vedia
del libro Las espantosas historias de Morton Fosa cuidafantasmas

-"¡Qué suerte que tengo!", pensó Ezequiel hojeando un libro para colorear que había encontrado en la plaza mientras jugaba a la pelota con sus amigos.
El libro era nuevo, con muchos dibujos para pintar, asi que Ezequiel no dudó en llevárselo a su casa y encerrarse en el cuarto para buscar sus marcadores.
Entre dibujos de autos, animales y paisajes le llamó la atención un póster desplegable suelto en la mitad del libro con la imagen de un chico de pelo enrulado sin peinar. Sus ojos redondos como dos huevos fritos y la boca abierta en expresión de asombro hicieron que a Ezequiel se le erizara la piel con la misma inquietud que sentía cuando se quedaba despierto hasta tarde en la noche viendo una peli de miedo. Un poder hipnótico lo atrajo hacia el dibujo, impidiéndole dejar de mirarlo.
Cuando tomó un marcador para comenzar a pintarle el pelo, algo extraño sucedió: un cosquilleo intenso le recorrió la cabeza, pero Ezequiel no le dio importancia y continuó pintando. Mientras le coloreaba los ojos recibió otra señal al nublarse su vista por un instante. Siguió con la cara, la ropa hasta que al pintarle los brazos notó que sus propios brazos se ponían blancos; el color de su piel... ¡había desaparecido! Aturdido, corrió hacia el espejo llevado por un presentimiento horrible.
- ¡¡Ahhhhhggg!!! - gritó espantado al ver lo que vio.
Ahí estaba él, blanco por completo, mirándose con los ojos redondos como dos huevos fritos y la boca abierta con expresión de asombro. Su pelo, su cara, sus brazos, su ropa, todo era blanco. Parecía que el dibujo le había absorbido cada color del cuerpo. No supo qué hacer, ni siquiera pudo pensar en nada porque su mente también estaba en blanco.
Ezequiel se sintió débil. Al mirarse de costado descubrió que su cuerpo era ahora más delgado que un papel y, en medio del horror, observó algo detrás, moviéndose, algo que le resultaba tenebrosamente familiar. Creyó que sus nervios lo estaban traicionando, que lo hacían ver cosas raras, hasta que lo descubrió reflejándose en el espejo: ¡era el chico del dibujo!
Paralizado por el miedo no pudo evitar que el chico se le acercara. Dio dos vueltas en círculo a su alrededor, caminando con pasos lentos, con una sonrisa en la boca. De pronto el miedo cesó. Ezequiel ya no sentía nada. Luego el chico lo miró directo a los ojos, lo tomó de los hombros y, tras plegarlo en cuatro igual que un póster, lo metió adentro del libro para colorear. Ezequiel gritaba pero ya nadie podía oírlo: el chico había arrojado el libro por la ventana.
- "¡Qué suerte que tengo!", pensó Javier mientras hojeaba un libro para colorear que acababa de encontrar tirado en la calle. El libro era nuevo, con muchos dibujos para pintar, así que no dudó un instante y se lo llevó a su casa...

Si hoy disfruto escribiendo cuentos de terror
es porque tuve una infancia sin miedos.
Fernando De Vedia


¡¡¡ Qué chucho !!!

El escondite macabro, de Fernando de Vedia

Marcos vivía enfrente de una plaza grande en la que dio sus primeros pasos y aprendió a andar en triciclo y en bicicleta. Después de diez años de correr por sus veredas todos los vecinos lo conocían. Por eso se sentía cuidado cuando jugaba ahí, en especial a las escondidas, su juego favorito.
Como conocía muy buenos escondites nunca lo podían descubrir. Era capaz de quedarse largo rato oculto en un mismo lugar con tal de ganar y, a veces, aparecía cuando sus amigos ya habían vuelto a sus casas, pero a Marcos no le importaba porque él se divertía igual. No sabía que esa tarde su vida cambiaría para siempre.
Se había pasado la clase de Plástica dibujando un plano de la plaza con la ubicación de un escondite que quería estrenar a la salida del cole. Era una cueva de arbustos cerca de la fuente, donde nadie podría encontrarlo.
A las seis de la tarde, como todas las tardes, se juntó con los chicos en la esquina del bebedero para jugar. Tomás empezó a contar, el resto se dispersó y Marcos se metió en la cueva de los arbustos sin poder ver nada porque estaba anocheciendo y además las hojas no dejaban pasar la luz. Aunque la tierra le mojó el pantalón él permaneció sentado en el suelo abrazado a sus rodillas, inmóvil, en silencio, listo para ganar una vez más.
A los pocos minutos, mientras oía cómo lo descubrían a Nico, un ruido lo sobresaltó. Primero creyó que había sido su imaginación, enseguida comprobó que alguien respiraba a su lado con un jadeo persistente, continuo, que lo hizo convencerse de que no estaba solo ahí dentro.
Al percibir la respiración cada vez más cerca, se levantó para salir corriendo sin importarle que lo descubrieran. Entonces oyó un ladrido que lo tranquilizó: había un perro olfateando las plantas. "Debe estar buscando un hueso", se dijo a sí mismo, más tranquilo, mientras se volvía a sentar.
Al sentarse tocó algo que le llamó la atención. Pensó que se trataba de una rama, pero notó que era frío y, apartando un poco las hojas para que entrara algo de luz, pudo distinguir un bulto, una figura que se recortaba en la oscuridad. Al separar un poco más las hojas el corazón casi le estalla en mil pedazos porque sentado a su lado... había un esqueleto.
Quiso gritar pero fue imposible: el terror lo había dejado mudo. En ese momento oyó una voz arenosa que volvió a estremecerlo.
- Soy el mejor jugando a las escondidas, llevo años aquí sin que nadie me haya descubierto, no permitiré que lo hagan por culpa tuya.
Marcos creyó que se estaba volviendo loco, por un momento pensó que el esqueleto le había hablado. Comenzó a arrastrarse hacia la salida, pero una mano de huesos le agarró la pierna, impidiéndole moverse para siempre.

¿Tuviste miedo alguna vez jugando a las escondidas?
- Yo no (asegura Agustina)
- ¡¡ Yo si !! Porque juego de noche y además me escondo en lugares oscuros (confiesa Alexis)
- Yo a veces tuve miedo que no me encontraran, que se olvidaran de buscarme.
Si cuando estás escondido algo cambiara... ¿qué sería?
- Nada. Quiero que todo esté como está ahora - dice Agustina
Y si cuando salgo del escondite me transporto a otro lugar o a otro tiempo... 
- ¡¡ Quisiera estar en el futuro !! - se entusiasma Agustina.
- Pero ¿qué decís? Si el futuro es ahora... - proclama Rocío.
- Yo quisiera volver al día en que nací porque quiero arreglar los errores que cometí -nos dice Alexis.