El escondite macabro, de Fernando de Vedia
Marcos vivía enfrente de una plaza grande en la que dio sus primeros pasos y aprendió a andar en triciclo y en bicicleta. Después de diez años de correr por sus veredas todos los vecinos lo conocían. Por eso se sentía cuidado cuando jugaba ahí, en especial a las escondidas, su juego favorito.
Como conocía muy buenos escondites nunca lo podían descubrir. Era capaz de quedarse largo rato oculto en un mismo lugar con tal de ganar y, a veces, aparecía cuando sus amigos ya habían vuelto a sus casas, pero a Marcos no le importaba porque él se divertía igual. No sabía que esa tarde su vida cambiaría para siempre.
Se había pasado la clase de Plástica dibujando un plano de la plaza con la ubicación de un escondite que quería estrenar a la salida del cole. Era una cueva de arbustos cerca de la fuente, donde nadie podría encontrarlo.
A las seis de la tarde, como todas las tardes, se juntó con los chicos en la esquina del bebedero para jugar. Tomás empezó a contar, el resto se dispersó y Marcos se metió en la cueva de los arbustos sin poder ver nada porque estaba anocheciendo y además las hojas no dejaban pasar la luz. Aunque la tierra le mojó el pantalón él permaneció sentado en el suelo abrazado a sus rodillas, inmóvil, en silencio, listo para ganar una vez más.
A los pocos minutos, mientras oía cómo lo descubrían a Nico, un ruido lo sobresaltó. Primero creyó que había sido su imaginación, enseguida comprobó que alguien respiraba a su lado con un jadeo persistente, continuo, que lo hizo convencerse de que no estaba solo ahí dentro.
Al percibir la respiración cada vez más cerca, se levantó para salir corriendo sin importarle que lo descubrieran. Entonces oyó un ladrido que lo tranquilizó: había un perro olfateando las plantas. "Debe estar buscando un hueso", se dijo a sí mismo, más tranquilo, mientras se volvía a sentar.
Al sentarse tocó algo que le llamó la atención. Pensó que se trataba de una rama, pero notó que era frío y, apartando un poco las hojas para que entrara algo de luz, pudo distinguir un bulto, una figura que se recortaba en la oscuridad. Al separar un poco más las hojas el corazón casi le estalla en mil pedazos porque sentado a su lado... había un esqueleto.
Quiso gritar pero fue imposible: el terror lo había dejado mudo. En ese momento oyó una voz arenosa que volvió a estremecerlo.
- Soy el mejor jugando a las escondidas, llevo años aquí sin que nadie me haya descubierto, no permitiré que lo hagan por culpa tuya.
Marcos creyó que se estaba volviendo loco, por un momento pensó que el esqueleto le había hablado. Comenzó a arrastrarse hacia la salida, pero una mano de huesos le agarró la pierna, impidiéndole moverse para siempre.
¿Tuviste miedo alguna vez jugando a las escondidas?
- Yo no (asegura Agustina)
- ¡¡ Yo si !! Porque juego de noche y además me escondo en lugares oscuros (confiesa Alexis)
- Yo a veces tuve miedo que no me encontraran, que se olvidaran de buscarme.
Si cuando estás escondido algo cambiara... ¿qué sería?
- Nada. Quiero que todo esté como está ahora - dice Agustina
Y si cuando salgo del escondite me transporto a otro lugar o a otro tiempo...
- ¡¡ Quisiera estar en el futuro !! - se entusiasma Agustina.
- Pero ¿qué decís? Si el futuro es ahora... - proclama Rocío.
- Yo quisiera volver al día en que nací porque quiero arreglar los errores que cometí -nos dice Alexis.
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viernes, 12 de agosto de 2011
¡¡¡ Qué chucho !!!
Etiquetas:
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Las espantosas historias de Morton Fosa cuidafantasmas,
miedo
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Cuál es el elemento sobrenatural?
ResponderEliminarCuál es el elemento sobrenatural
ResponderEliminarQue clase de final tiene el cuento
ResponderEliminar