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viernes, 24 de junio de 2011

¿Quién es Gustavo Roldán?

Gustavo Roldán
el domador de dragones


Autobiografía:

"Aspiro a escribir textos donde la cantidad de años que tenga el lector no sea más que 
un accidente como el verano o la lluvia o el frío." 

Me crié en el monte chaqueño, en Fortín Lavalle, cerca del Bermejo, cuando la tierra era plana, la luna se posaba en las copas de los árboles y los cuentos sólo existían alrededor del fogón del asado o en las ruedas del mate.
Después se inventaron los libros. O tal vez antes, pero yo no lo sabía. Solamente sabía muchos cuentos, de ésos que después me enteré que se llamaban populares, que iban pasando de boca en boca y de oreja en oreja. Cuentos del zorro, del tigre, del quirquincho, de Pedro Urdemales, de pícaros y mentirosos, del lobizón y de la luz mala. Claro que esos cuentos nunca eran del todo cuentos, habían sucedido por ahí nomás, en medio del monte, y eran cosas que nadie ponía en duda. Yo tampoco.
Cuando menos lo esperaba me llegó la hora de ir a la escuela y nos fuimos al pueblo. En los pueblos el tiempo pasa lleno de ocupaciones importantes: se está rodeado de amigos para jugar a las bolitas, remontar barriletes, hacer bailar trompos, jugar a la pelota, andar en bicicleta. Todo eso mientras se van secando las bolitas de barro para la honda. ¿Para la honda? Sí, para la honda. Después el mundo se va agrandando cuando uno conoce los parques de diversiones, el cine y el circo, cosas que el monte suele no tener. Y un día uno pasa por la librería Molina, en Sáenz Peña, y encuentra que hay estantes infinitos llenos de libros, no de ésos de aprender a leer, sino de cuentos y más cuentos y más cuentos.
Y si don Molina lo deja a uno hurgar los estantes, sacar y poner, leer solapas y contratapas, ojear y hojear, sentado en el suelo tras el mostrador, uno comienza a descubrir que por ahí está escondido un mundo más grande y más lleno de maravillas de lo que nadie podía imaginar. No era todo tan fácil, había cada cosa aburrida que ni te cuento. Pero con un poco de suerte y bastante de paciencia aparecían aventuras increíbles, selvas llenas de animales salvajes y mares llenos de piratas, de los buenos y de los malos, con los que navegué corriendo mil peligros. Por suerte con Simbad o con Sandokán siempre logramos salvarnos y triunfar. Nosotros estábamos del lado de los buenos. Gracias, don Molina.
Mi relación con la literatura es continua y amigable. Sobre todo la de lector. Con la escritura a veces nos peleamos, pero eso también forma parte de las buenas relaciones. Aspiro a escribir textos donde la cantidad de años que tenga el lector no sea más que un accidente como el verano o la lluvia o el frío, como eran esos cuentos que relataban los domadores alrededor del fogón, cuando el fuego siempre estaba unido a la palabra....
¿Quieren leer más de Gustavo Roldán?
Vayan a: http://www.imaginaria.com.ar/02/3/roldan1.htm

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